Mas allá de las palabras y el mensaje, el Dalai Lama se encarga de mostrar en cada uno de sus gestos y expresiones la sencillez de la sabiduría y la humildad de quien la posee.

Sin trazar diferencias, sin ponerse en un lugar de santidad egocentrica, o en pose de maestro espiritual (mas allá que lo sea) muestra a pesar de sus responsabilidades (politicas, sociales, religiosas) a el niño interno que lo vuelve genuino, que lo deja bromear, sonreir, recostarse sobre el sillón con aire despreocupado o hurgar en un morral en el que mas de uno se imaginaba que guardaba secretos ancestrales tan solo para sacar una visera que lo protegería de lo molesto de las luces del luna park.

Con el cuerpo que muestra ya las huellas del tiempo, un espíritu que muestra el camino de la sabiduría y una voz imponente se encargo de sembrar en los allí presentes semillas de amor, igualad, conciencia esperanza y compasión.
No somos budistas, pero si admiradores de estos niños grandes maestros de la vida.
¡¡Gracias!!
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